Thursday, December 14, 2006

Donde la puerca tuerce el rabo

-¡¡Mamá, mamá!!!!- gritó Ana y al no escuchar respuesta decidió hacer algo pronto porque la chancha se había metido a la cocina. Eran muy pobres así que el que el animal se hubiera metido en la cocina representaba que ella y sus hermanitos se quedaran sin comer.
Corrió hacia la cocina y al ver a semejante animal con medio cuerpo sobre la mesa de la cocina se quedo paralizada, cómo haría ella con apenas ocho años para moverla. Tomo un palo (la razón por la que casualmente estaba ahí no es importante) y con todas sus fuerzas le pegó en la parte inferior de su cuerpo....
Ya no se escuchaba el oinc oinc, sólo un terrible chillido que debe haber escuchado medio pueblo; por suerte doña Facha no estaba en esa mitad.
La había torcido, la mitad del cuerpo de la chancha todavía estaba sobre la mesa y la otra mitad estaba tirada sin que el pobre animal pudiera levantarla. El resultado había sido peor, ahora no podrían venderla y no sólo se quedarían sin comer un día sino muchos más y lo que más dolía era que Fachita no iba a entender que lo había hecho sin querer.
Lo único que atinó a hacer fue levantar la parte del cuerpo que estaba tirada y tratar de enderezarla. -Bonita, bonita ven camina- intentaba convencerla, pero cada vez que enderezaba el cuerpo y trataba de jalarla para hacerla caminar, las patas de atrás no respondían y volvían a caer de lado.
Ante su desesperación tomó al animal, acomodó nuevamente sus caderas donde debían ir y sin soltarla la fue empujando, hasta que al parecer caminaba con normalidad.
-Ufff- pensó -me salvé.
Después cada que veía a la puerca cojear, reía, con una combinación de nervios y de orgullo por haberla salvado.
***
Esta historia se la robé a mi mamá, espero que no se ofenda... más le vale porque tiene muchas como éstas.

Tuesday, December 12, 2006

Si no, me ganan


Este fin de semana mi mejor amiga y yo nos fuimos de pinta. Lo extraño es que cada quién "jaló para su lado" y pienso que fue más gratificante lo que hizo ella.
Somos parte de una hermosa asociación que se dedica a tratar de ayudar a niños de las regiones más pobres del país (apadrina un niño) que este fin de semana organizó un festival de fin de año para que los padrinos convivieran con niños de las comunidades beneficiadas.
El año pasado tuve la oportunidad de asistir a uno de estos festivales y ves lo que estás acostumbrado a evitar: la pobreza en la que gran parte del país está sumergida.
El festival consiste en que ciertos patrocinadores regalan juguetes y algunas golosinas y voluntarios van a una comunidad en condiciones de marginación y organizan juegos y actividades de salud para los niños. Los niños compiten por ganar dulces o una pelota.
Marianela decidió asistir al festival de este año y estuvo a cargo de un juego, en donde los niños tenían que correr de un lado a otro. En la segunda vuelta vió a un niño correr sin zapatos, brincando entre charcos y lodo y se acercó a preguntarle por qué no traía puestos sus zapatitos a lo que él respondió con apuración -es que se me rompió mi huarache, y si no corro me ganan el premio- y sin prestarle mucha atención siguió compitiendo. Marianela tomó sus pequeños huaraches y vió que uno estaba amarrado con un lazo y el otro efectivamente no había dado más.
Ellos no desean lo que nosotros deseamos de niños. Sólo quieren la oportunidad de jugar en vez de trabajar y tener entre sus manos un juguete nuevo; sin importar si es mattel o "nettel"
Tan sólo de recordar la emoción y ansiedad que sentía por ver lo que los reyes magos me había traído, el olor a nuevo, la idea de los nombres que tendría que poner, el jugar por primera vez con mi bicicleta nueva me hacen sentirlo afortunada que he sido y el deber de cooperar, aunque sea con un granito de arena para agradecer las bendiciones que he recibido hasta el día de hoy.