Friday, February 29, 2008

Feminismo I

A good marriage would be between a blind wife and a deaf husband.

- Honore de Balzac


Hemos avanzado mucho en materia de equidad de géneros, al menos en lo que a mi respecta. Soy una mujer que trabaja y que comparte la responsabilidad de hacer las labores del hogar con su esposo.

Qué pasaría si todavía fuera mal visto que las mujeres estudiaran una carrera universitaria, que trabajaran ocho horas al día y que dejaran a sus hijos pequeños al cuidado de desconocidos en una guardería.

Me imagino, como Marga López, vestida con una ajustada blusa y una falda estorbosísisma, en espera de mi amado esposo -que seguramente gana muy bien- para escucharlo -puesto que sus temas son más importantes que los míos- y hacerle la vida más fácil.

Me encontré el siguiente manual de la buena esposa, y lo utilizaré como introducción de un post que planeo publicar más adelante (caray, pero si me siento la mismísima Carmen Aristeguí).

Espero les guste y se alegren de que, aunque no lo parezca, la situación ha cambiado para bien.
  • Have dinner ready. Plan ahead, even the night before, to have a delicious meal ready, on time for his return. This is a way of letting him know that you have been thinking about him and are concerned about his needs. Most men are hungry when they come home and the prospect of a good meal (especially his favourite dish) is part of the warm welcome needed.
  • Prepare yourself. Take 15 minutes to rest so you'll be refreshed when he arrives. Touch up your make-up, put a ribbon in your hair and be fresh-looking. He has just been with a lot of work-weary people.
  • Be a little gay and a little more interesting for him. His boring day may need a lift and one of your duties is to provide it.
  • Clear away the clutter. Make one last trip through the main part of the house just before your husband arrives. Gather up schoolbooks, toys, a paper, et cetera, then run a dustcloth over the tables.
  • In the cooler months of the year you should prepare and light a fire for him to unwind by. Your husband will feel he has reached a haven of rest and order, and it will give you a lift too. After all, catering for his comfort will provide you with immense personal satisfaction.
  • Prepare the children. Take a few minutes to wash the children's hands and faces (if they are small), comb their hair, and, if necessary, change their clothes. They are little treasures and he would like to see them playing the part.
  • Minimise all noise. At the time of his arrival, eliminate all noise of the washer, dryer, or vacuum. Try to encourage the children to be quiet. Be happy to see him.
  • Greet him with a warm smile and show sincerity in your desire to please him.
  • Listen to him. You may have a dozen important things to tell him, but the moment of his arrival is not the time. Let him talk first - remember, his topics of conversation are more important than yours.
  • Make the evening his. Never complain if he comes home late or goes out to dinner, or other places of entertainment, without you. Instead try to understand his world of strain and pressure and his very real need to be home and relax.
  • Your goal: try to make sure your home is a place of peace, order and tranquillity where your husband can renew himself in body and spirit. Don't greet him with complaints or problems. Don't complain if he's late home for dinner or even if he stays out all night. Count this as minor compared to what he might have gone through that day.
  • Make him comfortable. Have him lean back in a comfortable chair or have him lie down in the bedroom. Have a cool or warm drink ready for him. Arrange his pillow and offer to take off his shoes. Speak in a low, soft, soothing and pleasant voice.
  • Don't ask him about his actions or question his judgment or integrity. Remember, he is the master of the house and as such will always exercise his will with fairness and truthfulness. You have no right to question him. A good wife always knows her place.

Source: "The Good Wife's Guide" Housekeeping Monthly 13 May 1955.

Thursday, February 21, 2008

Desenchufando el cerebro

Juli: ¿Cuánto pesa un elefante?
Yo: ¿Por qué?¿¡¿¡Me vas a regalar uno?!?!?! Le voy a poner Dumpy
Juli: No, sólo preguntaba.

Yo no le creo, esa pregunta viene con alguna intención oculta. Hay varios cabos por ahí sueltos. Primero, mi animal favorito es el elefante. Segundo, mi cumpleaños se acerca y tercero, me pregunta sobre el peso de los elefantes cuando vamos en el carro rumbo a casa.

Como soy una mujer prevenida, decidí inmediatamente el nombre. Le llamaré Dumpy porque es el nombre que él eligio cuando lo imagine tocando a la puerta con un moño enorme en su cabecita.

Ahora, lo siguiente es elegir dónde dormira. Hay un espacio en casa para un coche, es un poco pequeño pero si cabía un coche seguro Dumpy puede dormir ahí . Y la solución que encontré para la comida es todas las mañanas rumbo al trabajo, llevarlo a la Central de Abastos para que le regalen fruta y verduras.

Digo rumbo al trabajo porque haré que me lleve a trabajar, dicen que recorren grandes distancias. Sólo tendré que levantarme un poco más temprano, quizás sólo tres horas más temprano para salir de casa a las 3 de la mañana. Si alguien nos echa lámina lo único que haré es susurrarle en su orejita que le de un patadón en su cajuela.

Dejaré que los niños jueguen junto a él, y cuando haga calor los bañe con su trompa.


Será una gran mascota, y gracias a Dios jamás he sido de esas mujeres que cargan su mascota en la bolsa.

Me faltan algunos detalles para tener su estancia en mi casa bajo control. Y cuando llegue a casa, fingiré sorpresa, aunque ya sabía que Dumpy sería mi regalo de cumpleaños.



Friday, February 15, 2008

El amor, la amistad y la mercadotecnia

Hice una pequeña encuesta entre mis amigos para saber si ellos celebrarían el día de San Valentín. Como suele suceder entre los amigos, tenemos en común muchas cosas, entre ellas que pensamos que es una fecha meramente comercial -y yo agrego que extremadamente cursi-.

Yo pensaba que las personas que son inmaduras y superficiales son las que lo celebran. Seguramente esas personas que acabo de etiquetar, me tienen etiquetada como amargada y sola.

Me he caracterizado por ser anti corazones rojos y peluches gigantes. Me irrita no poder comprarle un chocolate al Juli (como procuro hacer siempre que tenemos clase) o un globo a mi sobrina, porque los precios están elevadísimos por un montón de personas se dejan llevar por lo que la mercadotecnia les impone.

Digo pensaba porque algo hizo que cambiara mi forma de ver. No, no fue Julián con una docena de rosas o con un globo en forma de corazón que no cabía en la parte trasera del coche.

Fue alguien más y sucedió más o menos así. Yo estaba en mi salón de clase, afuera estaba sentada en una banca una chica con una bolsa con regalos y un globo enorme en forma de corazón con una vaca abrazándolo. Mientras la observaba pensaba que se requiere mucho valor o muy poco conocimiento de un chico como para regalarle un globo enorme en forma de corazón con una vaca abrazándolo.

Julián me llamó y me pidio que saliera, pues mis papás lo habían llevado a la escuela y quería que los saludara. Cuando salí, mi mamá y él se estaban riendo y me decían que por qué no me había apurado, que al Juli se le había escapado mi globo. Voltée y no vi nada, pero ellos me contaron que un globo había pasado cerquitísima de ellos y llegó un punto en que pasó tan bajo que alguien lo pudo tomar.

Entramos nuevamente al salón y la chica seguía sentada afuera, con su bolsa de regalos, pero ahora sin su globo. Me doy cuenta de que no tiene globo (no me caracterizo por mi astucia) y miro a Julián mientras le pregunto cómo era el globo que vieron; él responde que era un globo enorme en forma de corazón con una vaca abrazándolo.

Primero me dio risa, para no fallar en mi fama de cruel, pero después me puse a pensar poniéndome verdaderamente en sus zapatos. Y descubrí que si para mí -en el papel de ella- un día podía ser muy especial como para arreglarme más de lo normal, cargar una bolsa con regalos y comprar un globo enorme en forma de corazón con una vaca abrazándolo, debía ser también muy difícil ver como mi sorpresa, en la que había puesto tanto esmero, se perdía en el cielo.

Su valentín tardó en llegar, y ella seguía esperándolo, sin frío y sin prisas. Cuando él llegó le trajó como regalo un oso de peluche en una canasta con un globo de corazón (originales los muchachos). Estuvieron un largo rato sentados, platicando y después se fueron.

Cada persona es libre de celebrar y de esmerarse en sorprender a su pareja. Sé que los restaurantes están atiborrados, los precios por los cielos y el tráfico vuelto loco. Pero debemos encontrar lo bueno que cada día pueda darnos, la enseñanza que de él podemos tomar.

Me quedo con mi etiqueta de amargada orgullosamente colgada en el pecho, pero no sola. Y ya no les dejo -a quienes celebran San Valentín- con su etiqueta de cursis. Para ellos la mercadotecnia es una leyenda urbana, o quizás si crean que son manipulados, pero no les importa. Lo único que les importa es que ayer tuvieron un pretexto para no sentirse extraños caminando por los pasillos de una escuela con una canasta, un oso de peluche y un globo en forma de corazón y de esta forma consentir a la persona que aman.

Y hacer feliz a quien amamos debería ser nuestro objetivo en la vida.

Friday, February 01, 2008

La compañía

Dicen que a los amigos se les conoce en la enfermedad. Que los verdaderos amigos estarán ahí, para ti cuando los necesites realmente, a veces incluso sin que los llames.

Yo no estuve para acompañar a Juli cuando se despidio de su abuelita, ni con Mariela, pero porque aún no los conocía. Estuve con Selene y Juanjo cuando toco el turno de la abuelita de Juanjo. Procuré estar también con Saul, el mejor amigo de Julián.

Por ahora sólo me ha tocado acompañar a mis amigos a despedir a sus abuelas. Los abuelos son parte importante en nuestra vida, son cómplices de nuestras travesuras y a veces nuestra tabla de salvación ante la furia de nuestros educadores padres.

Cuando tenemos que despedirnos de ellos duele y duele mucho. Pero hay un consuelo muy grande: se van plenos. Sabemos que concluyeron con sus planes, vieron crecer a sus hijos y en resumidas cuentas cumplieron el ciclo que, pensamos, venimos todos los seres humanos a cumplir.

Hace ya varios años murió el papá de una amiga de la universidad. Sabía que debía estar ahí, con ella, pero no quería ir, porque no me sentía lo suficientemente fuerte como para apoyarla y decirle algo que pudiera confortarla en ese momento. Además, era algo que iba en contra de lo que yo entendía natural. Asistí, la abracé y lloramos juntas.

Sé, con una combinación de miedo y dolor, que llegará el día en el que acompañaré a mis amigos a los funerales de sus padres, asistiré al de los míos -incluyendo a mis nuevos padres- y ruego a Dios que eso suceda en muchos años, cuando mis hermanos y yo seamos tan fuertes como ahora lo es mi mamá y sus hermanos.

Ruego también que mis papás puedan irse como lo hizo Fachita, con un corte de caja y sin pendientes. Disfrutando de sus nietos (e incluso bisnietos), y con lucidez para guardarlo en sus memorias.

Siguiendo con esa misma lógica, hoy acompaño a mis amigos despidiendo a sus abuelos, en unos años -muchos, muchísimos- acompañaré a mis amigos despidiendo a sus padres. Llegará el día entonces en que tenga que despedir a mis propios amigos, o quizás ellos me despidan primero.

El miércoles le tocó el turno a mi papá de despedir a uno de sus amigos. Tuve la mala suerte de tener que darle la noticia, entendí en su silencio que no lo creía, soltó un chingada madre y me preguntó si estaba segura. No quería estarlo, pero lo estaba.

Cuando llegue a casa me enteré que había sido el primero en llegar al funeral, que había ayudado a la esposa de su amigo a organizar la entrada del cuerpo a la capilla y le había servido de apoyo.

Ayer, finalmente, tuvo ganas de contarme por lo que pasó. Entró a verlo, aún sin ataúd, recostado en una fría sala mientras lo vestían -mi papá nunca se ha caracterizado por su prudencia-. Le tocó sus pies, se acercó un poco más y tocó su rostro mientras le decía adios campeón.

En ese punto del relato mi papá se puso a llorar. Lo he visto llorar muchas veces, incluso con las películas, pero sabes cuando es por empatía y cuando es por dolor. Lo abracé y aunque él piense que no lo hago, lo entiendo. Y sé que cuando ustedes, mis amigos, lean esto también lo entenderán.