Tuesday, July 22, 2008

Iguales, casi hermanas

Creo que debi llamarme Susanita


Wednesday, July 09, 2008

Nunca subestimes a Plaza Sésamo

Mi mamá, una persona de ideas extrañas como todas las mamás, no le gustaba que yo viera Plaza Sésamo. Decía que era para niños tontos, como mis primos menores. Así pues, no ví Plaza Sésamo, no todo lo que debería.

Podríamos pensar que es algo que no afectaría mi correcto desarrollo, y apesar de mis defectos notorios, parecía que en efecto, no lo había hecho.

Pero resulta que he perdido en más de dos ocasiones a Julián. Somos una especie de equipo de rally, en el que dada mi poca experiencia en la conducción me queda el papel de copiloto. Lo que hago mejor es dormirme, pero en ocasiones excepcionales en que Julián anda pérdido -digo excepcionales porque es como todos los hombres y NUNCA se pierde ni pide indicaciones- tengo que tener la guía roji en las manos y tratar de dirigir a Juli.

Hasta aquí, qué tiene que ver Plaza Sésamo...

-En la siguiente calle das vuelta a la derecha, y tomamos periférico en dirección a nuestra casa, no vayamos a llegar a Toluca..
-¿Segura?
-Sí...¿Por qué te vas para allá si te dije a la derecha -digo mientras levanto la mano que tiene mi anillo de bodas: la izquierda-? ¡Ay, ay, busquemos rápido un retorno!!

Juli me hace caso como un ejercicio de confianza, como para demostrar que cree ciegamente en mi, pero ahora antes de hacer lo que le pido, mira qué mano levanto mientras, seguramente , digo el nombre de la contraria.

Pero eso me pasa con todos los antónimos. Pregunto dónde está la basura orgánica, para tirar latas de atún y bolsas de plástico.

Pido bolsa de plástico en el pan, mientras en mi cabeza danzan bolillos entrando en la perfecta bolsa de papel (sé que plástico y papel no son antónimos, pero para el caso aplican) que, según yo, pedí.

Claro la música y el baile de los bolillos se detiene mientras veo como la muchacha de la panadería comienza a meter los bolillos en una bolsa de plástico, miro a Julián y le preguntó qué dije. Juli, con una risa ahogada me responde, a sabiendas que quería decir lo contrario.

Una de las favoritas para romper el hielo -pero que honestamente hago sin darme cuenta- es pedir el elevador en el 4to piso, subirme, presionar el botón, y notar, sin que sienta que movimiento alguno, que el elevador cierra y abre las pueras y llega al piso que le pedí: el 4to piso. Ocurre lo mismo esté en el piso que esté. Mi consuelo es que siempre sé en qué piso estoy, aunque no a cuál voy.

Otro gran ejemplo de mi deficiencia con los antónimos fue la semana pasada. Le preguntaba con insitencia al Juli por qué estaban apagadas las luces de afuera de los departamentos, mientras señalaba nuestro foquito, prendido. Él me miraba y me preguntaba qué quería decir. Yo repetía que por qué estaban apagadas las luces, y él miraba el foco -prendido-, me miraba, y repetía su pregunta, tratando de entender lo que tratabade decir. Gracias a Dios, después de 15 minutos de intentar explicarme, entendí que estaba diciendo apagadas, en lugar de decir prendidas.

Pero no todo está perdido, entiendo perfecto la diferencia entre arriba y abajo, adentro y afuera, entrada y salida. Sé que un día seré capaz de pedirle a julián que le suba hasta el máximo el nivel de agua del calentador, en lugar de pedirle que le suba hasta el mínimo y cuando ese día llegue, daré una vuelta a la derecha, al entrar al elevador y presionaré el piso al que voy, que queda arriba del mío, dentro del edificio.

Este post llego a ustedes gracias a la palabra antónimo.