Friday, October 03, 2008

Si los elefantes volaran...


Hace unas semanas, una elefanta aprovechó que el cuidador del circo donde trabajaba, dejo salir a ella y a sus dos compañeras a beber agua y escapó. En su rápida huida lucho contra feroces perros y cerdos que trataban de ahuyentarla. El cuidador al notar su ausencia trató de perseguirla, pero la velocidad de la elefanta era superior a la que él podía alcanzar. Hilda, nombre de la elefanta, se incoporó a una autopista, pero en sentido contrario y chocó, en un trágico accidente, contra un autobús de pasajeros (ver nota).

Cuando leí esta noticia, en ningún momento pensé que era una broma. No intenté revisar el calendario para saber si era día de los Santos Inocentes. Lo creí, porque México es el país en que todo puede suceder.

Todo lo que pasa a mi alrededor es quizás ejemplo de surrealismo. Hay fotos circulando por internet que se encargan de explicar por sí solas el punto del surrealismo en México.



Hace ya unos años, presencie un concierto en pleno vagón del metro. Se subió un muchacho, que al parecer había fumado un cigarrito de yerbita verde, colocó su micrófono, se acomodó la guitarra y comenzó a cantar. La la la la la laaaa. Nos pidio que lo acompañaramos, la mitad del vagón aplaudiríamos al ritmo de la canción y la otra mitad la tararearían. La verdad, la pena fue superior a nosotros y tuvo que aventarse su concierto solo.

Un pueblo cercano a donde vive mi abuelo se llama el despoblado. Supongo que sí viene de cuando no estaba poblado, pero no deja de parecerme extraño.

No sé si sea una situación única en México, si los zapatitos colgados del tubo en el micro, los conciertos en el vagón, el pan de muerto, el yelo frío, las fiestas de tres días, las comparsas, los albures, y un largo etcétera, parezcan raros a cualquier extranjero. Yo creo que los latinoaméricanos somos muy similares. Pero seguramente los primer mundistas sí se soprenden ante el montón de tradiciones, colores y sabores que tenemos.

Creo que somos gorditos porque prevenimos. Estabamos tan acostumbrados a las crisis, y como nos enseñaron a no confiar en los bancos, y guardarlo todo por nuestra cuenta, que decidimos comer: lo comido y lo bebido es lo mejor vivido. La llantita que comienza a formarse en mi cintura (donde estuvo) no es otra cosa que mi preparación para la escasez, que no se diga que no somos precavidos.

Y es que a pesar de los problemas, de los mal vibrados que a veces tratan de nublarnos la fiesta, siempre, siempre encontramos cómo celebrar, le miramos el lado bueno a la vida y podemos bailar y cantar.

México es el país donde todo puede suceder, esperemos que todo sea sinónimo de sorprendentemente bueno, no de desgracias que borren este folclore que nos hace únicos, o al menos nos hace sentirnos únicos.