Thursday, February 19, 2009

El trabajo sucio está hecho

Sonó el celular, contesté y era Julián. Quedé le llamaría a donde estaba (un teléfono fijo) y colgué. Inmediatamente me volteé para poder tomar el teléfono, que está a espaldas mío. Algo se movió entre los papeles.

Aquí abro un gran paréntesis, soy muy desorganizada. Se que no soy la más desorganizada y no me darían un premio por eso; pero soy lo bastante descuidada para tener impresiones de todo el día amontonadas en un escritorio, que sólo sirve para tener mis cosas, el teléfono y la larga fila de impresiones esperando a ser guardadas. Regreso.

Di un pequeño grito, un pequeño Ahhh. Una combinación de querer gritar fuerte pero conteniéndolo por el miedo de parecer una loca porque los papeles se movieron solos. Moví, con mucho temor los papeles y ahí estaba: un terrible monstruo que corrió a protegerse de mí -que seguramente también le parecía monstruosa- debajo del teléfono.

-¡Ahhhh!- Grite, con miedo y sin importarme mi imagen de mujer cuerda (no sé a quién quiero engañar si esa imagen ya no existe). Sollocé y dije medio fuerte una cucaracha (¿qué no había especificado que era una cucaracha, de uno o dos centímetros?), para que un hombre valeroso viniera a rescatarme no importaba si no me tomaba en sus brazos y volábamos sobre la ciudad. Sólo necesitaba que tuviera el valor de matar una cucaracha con la mano.

Nadie vino en ayuda de la pobre damisela en aprietos. Sólo éramos ella y yo, su asqueroso exoesqueleto frente a mí. Nuestros ojos se cruzaron, estoy segura. Trataba de decirme algo, quizás un adóptame, o yo también tengo una vida difícil. O simplemente pensaba que de su rapidez de escape dependería su vida.

Yo, yo no pensaba caray. En ese momento ella era superior, su vida dependía de su acción.

Le lancé una servilleta (les digo que no pensaba). Obviamente ella aprovecho que debajo de la servilleta yo no veía para donde correría y corrió. Tan rápido como sus peludas patas lo permitieron.

En ese momento mi ratoncito se subió a su rueda de ejercicio y por fin mandó señales del cerebro a todo el cuerpo. Tomé un insecticida que estaba cerca de mí y rápida y ágilmente lance un chorro gigante a su cuerpo. Pero la cucaracha corrió y el líquido no alcanzó a caerle. Creo que no fui ni rápida ni ágil

Aventé todos mis libros, mis papeles, mi manzana mordida, todo a un lado para buscarla. Cuando me di cuenta estaba parada sobre el escritorio buscándola. Después de que alguien me hablo y me pegué en la cabeza, me di cuenta que contener mi grito al inicio de la aventura no servía de nada conmigo arriba de un escritorio: parecía una loca.

Se había escapado

Fui por la escoba para limpiar mi lugar, comencé a sacar papeles viejos y a barrer. Cuando como oro al final del arco iris vi a esos dos centímetros de mugre mover sus patitas panza arriba. Yo había ganado, una pizca de ese líquido mata cucarachas (y seguramente más cosas en el ambiente) le había caído encima y había sido suficiente para detener la carrera de su vida.

Cuando la tuve frente a mi rocié un poco más de insecticida (digo para asegurar) y la tomé con papel y con todo mi asco, y la arrojé a la basura.

Ese fue su fin, el trabajo sucio estaba hecho.