A veces tengo mil ideas sobre qué escribir, pero la mayoría sólo tengo una página en blanco con pequeñas frases que el facebook puede transmitir fácilmente. Pero hoy no es la ocasión, hoy quiero contar mi sueño.
Me fascina escuchar los sueños ajenos, los de Juli son particularmente chistosos, pero es que casi siempre la gente cuenta sus buenos sueños. Hasta el momento nadie me ha contado que estaba en una junta durmiéndose o tenía que entregar un proyecto, sin que haya algo chispa que valga la pena contarse. Y como mi sueño me dió mucha risa no dejaré que se me olvide.
Resulta que estaba yo en el hospital y acababa de tener un bebé. Cuando la veía era la bebé más bonita del mundo pero tenía un ojito que se le iba de vacaciones. Mientras yo la observaba llegó la enfermera, que al ver su ojito me dijo que le tendrían que hacer un transplante de ojo, que justo tenían uno en la bodega ─nótese mi gran conocimiento médico─ que en cuanto yo quisiera se lo cambiaban. Yo, lógicamente me oponía, y argumentaba que no se le veía feito, total después de más grandecita se lo operabamos.
Ya, por esa mágia de los sueños, estaba acostada en cama de mi mamá viendo a mi bebé, me levantaba y salía a la sala de mi casa a presentarles a la beba. Después de jugar un rato con ella, me salía a recoger al Juli y a darle la noticia de que habíamos tenido una bebé, porque ninguno de los dos sabíamos que ibamos a ser papás. Lo mejor de todo fue que Juli no se sorprendía y se ponía muy contento.
Cuando regresabamos a la casa de mis papás, me abría mi hermana con la bebé en brazos y me decía que se alegraba de que hubiera vuelto que la bebé estaba muy mal y me la daba. Yo la veía y notaba que sos ojitos como que se le habían hundido y su boquita estaba comprimida.
¡Ay ayyy!─ comencé a gritar ─¡es que desde que nació se me olvidó darle de comer, ay!─. Yo, madre dormida primeriza, intentaba darle de comer, pero ella como que no reaccionaba y yo seguía con el llanto. Entonces se acercaba mi mamá, después de verme tan desesperada, me preguntaba que por qué no le metíamos la cuchara para ver si era un melón. Así que tomabamos una cuchara y la enterrabamos y sí, efectivamente no era mi bebé, era un melón. Uff que alivio que no se le habían caido sus ojitos, pero en dónde estaba mi bebé.
En esas disertaciones estaba yo, en realidad bastante alterada gritando que en dónde estaba mi bebé, cuando, por suerte, el Juli me despertó para desayunar.
Ojalá la próxima vez tenga sueños más tranquilos