Thursday, August 23, 2012

Crepúsculo

Con la edad uno va aprendiendo muchas cosas. Entre otras, uno entiende que no hay nada nuevo bajo el sol. Pero a veces, la fortuna de tener en casa varias generaciones juntas, me hace darme cuenta (casi siempre de una forma muy graciosa) lo distintas que son las imágenes que mi papá, mi sobrina y yo tenemos en la cabeza sobre la misma palabra.

Hace unos días esto ocurrió en mi casa:

Tata: ¡Hoy va a salir crepúsculo!
Paula: ¡Ay ay ay, yo la quiero ver yo la quiero ver!!
Mamanie: ¿De qué se trata que están tan emocionados?
Tata: Pues es con Arturo de Córdova, que es un médico prominente pero ya luego no puede operar...
Paula: (con cara desencajada y con bastante decepción) ¡Ay.!!... Mmm... Sonaba más interesante cuando Ari me la contó.

 Claro, mientras Paula imaginaba esto:

(fuente)

Mi papá sólo conocía esto:

(fuente)

Tengo que aceptar que Arturo de Córdova me parece mucho mejor actor y la trama no sonaba nada mal. Quizás le de una oportunidad.



Monday, August 20, 2012

Regreso a clases

Ayer que regresábamos de casa de los tíos de Julián (veníamos de ahí y tengo un a larga historia que contar sólo para no olvidar), él me dijo que en un día como ayer, pero de hace 20 años, habríamos estado súper nerviosos. Al principio, pero de verdad sólo muy al principio, 20 años me parecieron muchísimos. Pero ya que caí en cuenta que hace más del 20 años yo estaba en la escuela, lo entendí. 

Es cierto, si yo tuviera 20 años menos, habría estado muerta de nervios en mi casa, con esa mezcla de emociones que en ese momento no entendía. La verdad, ni ahora lo hago, pero lo intento. 

Y es que al siguiente día, es decir, hoy, habría tenido que entrar a clases.  A mí, lo que más nervios me daba era descubrir al otro día que mi maestra sería Adelina. Era una mujer que parecía ser la encarnación de una bruja de cuento. En cuarto año esa pesadilla se hizo realidad, pero la verdad no fue tan mala como parecía.

Recuerdo vívidamente la expectación que el regreso a clases producía en mí. Esos nervios combinados con la tristeza de terminar las vacaciones. Aunque si bien es cierto que vacaciones tenía varias veces en el año, no en todos los regresos de vacaciones tenía maestra nueva, compañeros nuevos (o viejos que ya extrañaba) pero sobre todo: útiles nuevos.

Eso y sólo eso podía mitigar mi angustia. Qué si la maestra era una bruja, yo tenía útiles nuevos. Qué si mis amigas se había cambiado de escuela, yo tenía útiles nuevos. Qué si las vacaciones había terminado, YO tenía útiles nuevos. Qué si tenía que levantarme temprano, YO tenía útiles nuevos.

Si la angustia de plano era demasiada, sólo tenía que olerlos. Ese maravilloso olor a hule cristal y a madera. Me fascinaba. Aunque debo aceptar que cuando se pegaban los libros entre sí, me hacía alucinar pero no de gusto sino de desesperación. Creo que era neurótica desde niña.

Pero hoy, a 20 años de eso, estoy tranquila. Sólo tuve que apurarme un poco más de la cuenta porque no sólo los niños están ansiosos de regresar a la escuela, sino que los padres ya quieren que las largas vacaciones terminen y enloquecen la ciudad con tal de aventar a sus hijos temprano. Al menos es la única explicación que encuentro.