Monday, September 03, 2007

Contrastes

Me considero una persona espiritual, una persona que cree en Dios y piensa que existe un equilibrio universal que permite que todos tengamos lo que merecemos. Quiero decir, que como predica el refrán, cosechas lo que siembras, ni más ni menos.

En los centros comerciales, es raro el día o la hora en la que hay espacio para escoger libremente el lugar en el estacionamiento. Los pasillos están llenos de personas que están en la constante búsqueda del estatus que parece dar el comprar en cierta tienda de la ciudad con la etiqueta de exclusividad.

No están en búsqueda de un pantalón cómodo y de alta calidad. Si tienen la firma de una persona que los diseño en Nueva York pueden costar diez veces más de lo que en realidad deberían-por cierto son maquilados en los países más pobres por unos cuantos pesos, incluso hasta centavos por pieza.

Los diseñadores tienen que comer y dedican su vida a hacer diseños únicos para personas que no se sienten únicas y tienden a pensar que la ropa que usan son ellos, entre más cara sea su ropa se convierten en mejores personas.

Y pasan, por ejemplo, justo al lado de un policía que permanece 10 horas de pie.

¿Alguna vez los han visto? Entre esa manada de compradores que pasean de tienda en tienda, están ahí de pie, haciendo el trabajo por el que quincena a quincena les pagan, dígamoslo así: lo suficiente. Con ese pago no podría aspirar algún día usar un pantalón que le diera estatus que tan caro se vende en las tiendas en las que trabaja. Solo aspira a que el dinero le alcance para dar de comer a sus hijos y permitirles ir a una escuela pública, quiere que tengan una vida mejor.

¿Está cosechando lo que siembra? Tal vez le hizo falta esfuerzo o sus circunstancias no le permitieron obtener más. Pero también existe la posibilidad que su vida le satisfaga y sea feliz.

No lo sé.

Ya que estamos dentro de mis teorías tengo otra sobre la pobreza. Existe la pobreza de elección. Elijo una pareja porque es momento de tener pareja y estoy con ella mientras mi miedo a estar solo no me deje salir de esta situación. Elijo un trabajo que no me exige mucho de mi esfuerzo y en el que puedo dedicarme a limarme las uñas y probarme zapatos. Al final elegi seguir donde estoy y no desear nada más por miedo a no poder conseguir lo que deseo. Ya que lo escribí, creo que esta pobreza puede llamarse también de miedo.

Pero también, en la otra mano, existen los que las circunstancias donde nacieron los dejaron sin opciones para elegir y son los que para salir adelante cosen blusas por 20 centavos la pieza. Esos son los contrastes que no soporto y me irritan.

¿Y en dónde estoy yo? ¿Cómo puedo juzgar tan fríamente? ¿Quién me dio el derecho a decirle a los demás en qué están mal y en qué estan bien? ¿Qué código extraño e indecifrable para los demás tengo escrito en la planta del pie que me siento con el derecho supremo a juzgar?

A veces soy muy poco tolerante con los demás, pero cuando menos tolerante soy es cuando no me tolero. No sé si finjo o realmente son muy feliz. Siempre busco crecer como profesionista pero sobre todo como persona. Pero esto es lo que más cuesta trabajo y pienso que no todos logran.

Tengo miedo también, miedo a perder el rumbo y pensar que el éxito se basa en cuánto gano y no en cuánto puedo dar. Quiero, al final de mi vida -ocurra cuando quiera ocurrir- sentir que hice muy feliz a alguien, que hice todo lo que quería hacer y hasta más.

Y concluyo que hay sembrar mucho más, para que pueda tranquilamente irme a sentar al parque a ver como mis nietos juegan mientras trato de gritarle al oido a mi sordo esposo que lo amo.

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