Friday, May 09, 2008

Tu nombre es un nombre común

Hace muchos años yo fui niña. No fui la más traviesa, ni tampoco la mejor portada: fui una niña normal. Me caía cada que salíamos a educación física y siempre anduve con las rodillas rojas y con costras. Lo peor de todo es que no me caía cuando jugabamos fútbol o teníamos que correr, no, la inútil atléticamente se caía cuando salía del salón, justo en el escalón que dividía el patio del área de salones.

Tampoco, como es de suponerse, fui superdotada para el baile. Superdotada es una exageración, ni siquiera fui dotada. Pero a pesar de que tengo dos pies izquierdos, una pierna más corta que la otra y soy conocida como la mujer sin ritmo (caray me debería echar una porrita, será en la siguiente oración), bailaba con entusiasmo en cada festival que se organizaba en mi escuela.

Y baile de todo, el baile de los palomos, Jesusita en Chihuahua, algo con faldas largas, etcétera. Pero mi escuela no era la que más festivales organizaba y ahora que soy grande (de edad) pienso que me hubiera servido para estimular mis casi nulas capacidades artísticas.

Al crecer, pasamos por un largo proceso de moldeo social que nos convierte en adultos más o menos normales. Nos hace fingir ser valientes en la oscuridad, sobre todo si estamos junto a un niño, aunque conozco pocos adultos que realmente hayan superado el miedo a estar a oscuras. Y a veces nos convencemos que el trabajo siempre es más importante y que no podemos combinarlo con la familia.

Para mí, mi trabajo es importante, pero me hice una promesa que no pienso romper: cuando tenga hijos jamás me perderé uno de sus festivales. No importa si no saben bailar, si olvidan la letra al final y si sólo mueven la boca al ritmo de la canción. Yo iré, estaré en primera fila y sentiré lentamente como mi corazón se hará como chicle de yerbabuena -así muy dulce y refrescante dentro del pecho- cuando me digan ¡gracias mamá!!

Imagino, tengo que usar este recurso porque mi mamá no es de lo más sentimental, que mi mamá también se sentía así cuando nosotros le hacíamos un portaretratos con sopas pintadas con vinci. Tiene guardadas algunas cartas en donde desbordabamos todo ese amor infantil hacia ella y fotos de nosotros en los más ridículos trajes (obvio yo me veía preciosa de mariposa).

Recordé la parte de los festivales porque mi sobrinita tuvo el suyo el miércoles pasado y, aunque esta vez no pude asistir, disfruté su cara de felicidad por haberle dado un regalo a su mamá. Regalo que, por cierto, estuvo condicionado a que mi hermana se portara bien para poder recibirlo y a que, si quedaba muy bonito, se lo regalaría -a Paula-.

Mañana será día de las madres, y ahora con mi nueva vida de casada es muy difícil tratar de consentir a mi afachada -es decir cada vez más parecida a mi abuelita Facha- madre. No recibirá un baile espectacular, ni un portallaves con flores, solamente un regalo y lo que siempre intento darles a mis padres: mi agradecimiento por convertirme en lo que soy, para bien o para mal, soy muy feliz y ellos tuvieron una gran parte de culpa.

Ojalá se le haga de chicle de yerbabuena el corazón a mi mamá al leerme cuando le escribo ¡gracias mamá!!! (también papá pero esperemos un mes)

2 comments:

Anonymous said...

no capté lo de los nombres....pero esta chido el post,jejeje

Yatsil said...

"Tu nombre es un nombre común, como las margaritas"
Es esta famosísima canción de Señora, que se escucha en todos los puestos de CDs durante los meses de abril y mayo. El título es por ser un post de día de las madres.
Cuídate mucho, mucho Moy, espero que pronto nos veamos.