Hacía siglos que no escribía aquí. Dos razones me detienen de avanzar
mucho. Primero, mi paranoia de no dejar público nada de mi vida (¡como si
alguien me leyera!). Y segundo, la flojera, que se autoexplica. Pero de verdad
que tengo algunas ideas que no quiero que se me olviden. Y es que al vivir al otro lado del charco, varias situaciones diariamente me hacen descubrir que a pesar de ser occidentales (es decir no somos de la cultura oriental, aka los chinos) somos tan distintos y jamás seré parte de ellos.
Primero, un update a mi vida. Tengo ya un poco más de un año viviendo en
Manchester, Inglaterra con Juli. Él que es el listo de los dos, obtuvo una beca
para venir a estudiar el doctorado. Nos sentimos muy afortunados, pero también
asustados. Dimos ese "salto de fe" y estamos a más de 9 mil
kilómetros de nuestro hogar, viviendo en un lo que también llamamos nuestro
hogar.
Pero es en realidad que somos muy afortunados. Siento que le caemos muy
bien a alguien allá arriba (¡y me refiero a Dios, no a Superman o algún
piloto!) porque ya tengo un trabajo. Honestamente con mi inglés chimuelo sentí
que no iba a conseguir trabajo más que lavando los baños de la Universidad.
Justo como diría Fox, ese trabajo que ni los negros quieren hacer. Pero el trabajo
que tengo es menos cansado y apestoso...
Todo este preludio es solo para hablar de las diferencias que he
encontrado entre el ambiente laboral al que estaba acostumbrada, y el ambiente
laboral británico. Bueno, primero lo primero ellos gustan de llamarse ingleses
(obvio, si son ingleses, porque si son de Gales, galeses; de Escocia, escoceses…).
Los mexicanos al estar tan cerca de los estadounidenses estamos
acostumbrados a que todos aquellos que hablan inglés (o sea ellos) nos
maltratarán y discriminarán. Pero cuando llegué aquí, me sorprendí gratamente
al darme cuenta que son increíblemente incluyentes. En el supermercado, el
cajero puede ser rubio, con los ojos rasgados o con cabello de frijol refrito.
Los trabajos son multicolores y las universidades también. Tienes realmente igualdad
de oportunidades.
Pero a pesar de esta igualdad en las oportunidades, somos tan distintos en
muchas cosas. Mi primer ejemplo es el intercambio de fin de año. En mi trabajo
anterior una vez hicieron un intercambio y cuando me preguntaron si quería
participar yo, sin maquillar un poco mi respuesta, dije que no, que no me
gustaban los intercambios porque casi siempre obtenía cosas que no me gustaban.
Obviamente la cara de las dos entusiastas organizadoras fue de sorpresa y molestia.
El intercambio se llevó a cabo sin mí y la gente no parece haberme extrañado
mucho. Es importante aclarar que no muchas personas de mi trabajo anterior me
caían bien y no quería tener que abrazarlos por compromiso. Y he aquí dos
primeras diferencias entre mi trabajo anterior y éste: me caen bien la mayoría
de mis compañeros y los abrazos por compromiso.
Quizás lo más revelador es que me caen bien mis compañeros. Y es que en
mi trabajo anterior me la pasaba muy bien porque mi hermana estaba ahí y nos la
pasábamos todo el tiempo comadreando. Pero había unos cuantos que de verdad no
soportaba. Pero no era mi culpa, era de ellos porque de verdad son
desagradables. Para probar si era yo o ellos, me di a la tarea de pensar en mis
otros trabajos y sí ¡sí me caían bien mis compañeros! Así que eran ellos, no yo.
Supongo que acá me caen bien porque vienen a trabajar (tercera
diferencia). Nada de desayuno hasta las 10 de la mañana, nada de salirse a
comer dos horas y por supuesto nada de inventar comidas – borrachera en pleno
horario laboral. Además sólo me caen bien, no somos amigos ni serán jamás los
padrinos de mis hijos. Es una relación armónica y creo que así es como debe
ser.
Ahora, los abrazos por compromiso. Y a ver si por fin relaciono mis
ideas. El intercambio de fin de año. Acá se llama “secret santa” porque un Santa,
secreto (cuando lo digo suena tan lógico) te da un regalo. Pero yo pensaba que
era como los intercambios mexicanos (o latinos asumo por conversaciones con mis
amigos de otras naciones) que el secreto se descubría cuando en una pequeña
reunión uno iniciaba dando su regalo a su “regalado” y se daban un abrazo. Este
regalado, después de abrir su regalo frente a los demás regaladores-regalados
tomaba el regalo que había preparado y se lo daba, ahora en la modalidad
regalador, a su regalado. Y así hasta cerrar un ciclo de regalador – regalo –
regalado.
Cuando me preguntaron si quería participar en el secret santa, dije que
sí. Una porque como dijo mi hermano Is, tengo que simplemente NO ser yo. Y la
otra, porque me caen bien. Pero me alegré mucho cuando salió el nombre de una
compañera que me cae aún mejor que los demás. Así el abrazo no sería incómodo ¡Y
yo pensando en el abrazo pues!
El día del secret santa llegó y con él yo también con mi regalo afuera
de una bolsa muy personalizado. Pero cuando me di cuenta, todos mis compañeros
estaban poniendo sus muy discretos regalos en una bolsa negra. Después, una
persona tomó todos los regalos. Leyó la dedicatoria -un simple “merry x-mas
Fulan!”- y entregó el regalo a Fulan. Fulan abrió su regalo, quizás se emocionó
o sólo hizo cara de fuchi y guardó su regalo en su drawer.
Y ya. No hubo reunión exprés. Yo no me entere quién me dio mi regalo y
mi regalada se enteró porque yo fui bastante obvia. No hubo abrazo de
compromiso, lo que me tranquilizó bastante, porque no me gustan los abrazos de
compromiso pero fue tan frío. Y en general así son ellos, no muestran más
emociones que las estrictamente necesarias.
A todo se acostumbra uno, sobre todo cuando al llegar a casa tiene su pequeño México, multicolor y multisabor.
Y después de una entrada tan larga he decidido dedicar otra entrada para
las demás diferencias que he encontrado:
- Cumpleaños
- Not too bad
- Comidas y comida de fin de año y
- Oh dear!
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