Thursday, February 08, 2007

Diciendo adios

No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos

Mi abuelita falleció el 29 de enero, el día en que escribí la entrada anterior. Ese día por la noche mi mamá nos llamó y nos comentó que estaba más calmada, pero mientras hablabamos con ella le avisaron que su corazón había dejado de latir.
Un corazón que tenía tanto espacio para que cupieran sus diez hijos (vivos) y sus decenas de nietos e incluso bisnietos, se cansó y quiso reposar. Era justo y si Dios así lo decidió fue lo mejor para ella y para nosotros que la amamos tanto.
Inmediatamente después que supimos la noticia mi papá y yo salimos hacia la casa de mis abuelos; pero yo sentía que era como un sueño, que aquella constante en mi vida no podría cambiar tan radicalmente, que aquella imagen de una mujer en una fresca batita de flores con sus enormes anteojos y una sonrisa enorme iba a estar ahí hasta que mis hijos tuvieran hijos... fue una fase de negación, con la tonta esperanza de que se hubieran equivocado y todo fuera una muy mala broma.
Después de menos de cuatro horas de viaje llegamos al caracterísitico camino que lleva al pueblo de mis abuelos, con el ingenio al final y los cañales a los costados. Mi corazón comenzó a latir muy rápido y mis manos me sudaban, de pronto me di cuenta que no era un sueño, que no era una broma y que al llegar mi abuelita no gritaría su "jejejeee miren nada más quién llego", no saldría con sus pasitos cortos a abrazarnos emocionada y no respondería a mi pregunta sobre cómo estaba con un "pues mírame".
Cuando le comenté eso a mi papá, alguien que le molesta la debilidad humana, me miró y me dijo que ahí estaria, que ahí estaba.
Llegue a la casa de mis abuelos y mi mamá salió a recibirme y mi tía me dijo que cuando pasara a verla no tuviera miedo ni tristeza, que solo iba a ver a mi abuelita dormida. La vi con su mantilla, sus ojitos cerrados y un aire de paz, que me dejó tranquila a mi también.
El papá de mi cuñado falleció hace nueve o diez años, él a su corta edad tuvo que darle la noticia a su mamá, y ha sido una de las explicaciones más ciertas pero a la vez más tristes que he escuchado: mi papá se quedó dormido, pero ya no va a despertar.
Así pasa realmente, sólo estás dormido.
El cuerpo de mi abuelita ahora está vacío de ella, ella debe estar en "su planeta". Y le dije adios con lágrimas, pero sólo a su imagen viva. Porque de mi abuelita nunca podré despedirme, y como dijo Isabel Allende, le doy la bienvenida a su espiritu, pero con alegría.

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