Monday, January 29, 2007

Doña Eufra


Una pequeña mujer que con el paso de los años se fue haciendo más pequeña, esta muy enferma y me preocupa que deje su cuerpo de abuela y ya no transporte a mi querida abuelita; así como El Principito, que para volver a su planeta donde le espera su flor, tiene que dejar su cuerpo porque es muy pesado para llevarlo con él.
Hoy que hablé con mi mamá me dijo que estaba muy mal, mucho muy mal y como me dijo Julián tenemos que ser fuertes y no egoístas, porque si ella está sufriendo tendremos que dejarla ir.
Por todo esto intentaré hacer una mini biografía de mi querida abuelita, tan objetiva como pueda, que me permita mantener en mi memoria no sólo los detalles que tuvo conmigo, sino también sus ocurrencias que podían hacerme reír hasta desartornillarme o desatinar.
Ella nació en el siglo pasado, como la gran mayoría de los miembros de mi familia, en 1924... hace muchos años atrás. Nació, creció, se enamoró, tuvo hijos y los vio crecer en el mismo lugar.
Cuando iba a la escuela, porque aunque se dude paso varios años por ahí, mi abuelito la veía que no jugaba con las otras niñas, y según él desde ese momento notó que era diferente, tal vez desde entonces supo que estaría más de 50 años con ella.
No puedo recordar cuántos hermanos y hermanas tuvo, y no porque no le pusiera atención a mi mamá o a ella misma cuando me platicaba de cada una de ellas, sino porque mi memoria es mala parece un queso gruyère en donde cada uno de los faltantes los relleno con fantasías y muchas mentiras que hasta yo creo. Lo que sí recuerdo es que fue la menor de todos ellos, y así como uno a uno llegaron antes al mundo, uno a uno se le fueron adelantando.
Hay en su casa una foto en donde mi abuelo, joven y guapo, usa un traje muy elegante, con corbata de moño y ella tiene puesto un vestido de novia muy fino con el que se ve como actriz de la época de oro del cine mexicano; una fotografía retocada pero yo no supe qué tanto hasta que un día revisando en su "beliz" encontré la original, en la que mi abuelo sólo usaba una camisa, fajada gracias a Dios, con un pantalón oscuro y mi abuelita un largo y sencillo vestido blanco.
Quiero que más o menos así sea el recuerdo que tenga de ella, tendré en mi cabeza el original. Pero en mi corazón guardaré con mucho cuidado uno retocado, con sus delicias a la vista, en donde la veré cuando se reía de nosotros porque fingía estar despierta; cuando hablaba con la efe; cuando cocinaba sus deliciosos tintines; el perfume que me regaló y el último abrazo que me dio.

***
Solo le pido a Dios que la cuide y la proteja; porque yo aceptaré su voluntad, que sé, es lo mejor para todos: Dios no juega a los dados.

1 comment:

Mariela said...

Sin importar la cantidad de palabras que se digan en este momento ninguna será suficiente.
El último abrazo de tu abuelita será lo que ayude a calmar la tristeza.
Dios la cuidará y te dará un ángel más que desde el cielo te cuidará.