Tuesday, January 08, 2008

Cuando los reyes se van

La noche del cinco de enero era una de las noches más angustiantes y deseadas del año. Sabía que me había portado bien, pero no sabía qué tanto ¿Qué tipo de juguetes recibiría? ¿Cuántos serían? Mil preguntas pasaban por mi cabeza.

Una que a veces pasaba era, cómo sabrían los reyes magos que yo era yo y merecía lo que me daban... Realmente no era importante cómo lograban entregar juguetes en todo el mundo, por qué a unos niños les llegaban más o menos regalos o simplemente dónde dejaban el elefante, camello y caballo mientras hacían su trabajo de entregar juguetes.

Daba una y otra vuelta en la cama sin poder dormir, atenta al más mínimo sonido que pareciera de reyes de oriente -no sabía, ni me interesaba, cómo era el oriente, ni en dónde estaba; obviamente tampoco sabía cómo sonaba un rey de oriente-. Cerraba mis ojos intentando conciliar el sueño, pero la angustia era superior.

Después de varias horas sin poder dormir, por fín, lo lograba. Pero no por mucho tiempo porque a las siete de la mañana ya estaba frente al árbol jugando con mis regalos. Yo era una niña normal, una vez mi hermano menor bajó a las dos de la mañana a ver qué habían traído los Reyes Magos

Mis papás, que yo no entendía en ese momento por qué, con mucho sueño veían a medias mis juguetes y seguian en la cama.

Esa misma dinámica sigui durante muchos años, aún cuando yo sabía ya la verdad acerca de los Reyes Magos y algunas veces había husmeado para ver qué me regalarían.

En qué momento de mi vida irme a dormir temprano un 5 de enero, ya no fue importante ni causante de ansiedad, no lo sé. Es una noche como cualquier otra, en la que la ilusión por la sorpresa del día siguiente ya no existe, se desvanecio con muchas otras ilusiones -como el pensar que yo había inventado el juego de las carretillas-.

La vida es un ciclo, y hace muchos años yo era la que estaba dando vueltas en mi cama como lombriz con sal. Hoy es un día normal, que me sirve para darle regalos a mi pequeña sobrina y disfrutarla con SU ilusión. Y mañana me tocará un diferente rol en este ciclo: seré una hacedora de ilusiones en mis hijos.

Exprimiremos lo más posible la amenaza de la ausencia de juguetes si se portan mal. Pero lo más importante es que cultivaremos en ellos la esperanza de obtener una recompenza por sus buenas acciones.

Jugaremos el rol que nos toca, y esperaremos el 6 de enero con una ilusión, con diferentes matices, pero finalmente la misma ilusión.

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