Thursday, January 24, 2008

El tiempo pasa...

A veces pienso que en mi cabeza no almaceno videos de mis recuerdos, sino fotografías. Por supuesto fotografías con la mejor resolución que tiene capacidad mi cabeza.

Después, cuando quiero vivir nuevamente un recuerdo, a partir de esa fotografía comienzo a describirla a tratar de suponer las cosas que no son muy claras y el final es muy poco parecido a la realidad y varía de un momento a otro.


Me gusta mucho la fotografía, y quizás por eso elegí ese formato para guardar mis recuerdos. Pienso que esa imagen estática que a través de una cámara se inmortalizó permite que el sentarnos a ver fotografías sea más entretenido -para mi- que recetarme un largo video de XV años. Además nos permite rellenar vacíos con la imaginación.


Hace muchos años tomé una fotografía mental, decidí tomarla en blanco y negro porque era una imagen muy triste. Dos mujeres, una -de aproximadamente 70 años- lloraba con una mezcla de tristeza e incredulidad, mientras la otra -de unos 40 años- la abrazaba y contenía el llanto.


Eso fue todo lo que vi, y muy rápido porque yo iba en un autobús y ellas estaban paradas sobre la banqueta esperando un taxi. En realidad no sé si taxi o microbús, o quizás alguien las recogería para llevarlas a ver a su padre y esposo. Había tenido un accidente y les avisaron que tenían que llegar tan rápido como pudieran al hospital porque se encontraba muy grave, a sus 75 años una caída puede ser fatal. Esas dos mujeres lloraban cada una por razones distintas, la más anciana porque sabía que la muerte de su esposo la dejaba en soledad. En cambio, la más joven trataba de no llorar, porque sabía que ahora su madre y ella sólo se tendrían la una a la otra. Que en cuanto colgó el teléfono, después de escuchar la terrible noticia, había comenzado a ser el pilar de su casa.


La próxima semana se cumple un año de que mi abuelita falleció, y las fotografías de esos días, de días anteriores, comienzan a aparecer por todos lados en mi mente. Un año es mucho tiempo, un año de ausencia es más difícil de vivir que un año de alegrías. Pero si tratamos de usar la alegría para reponernos a la ausencia, un año de vida no es más que eso.


Aunque trato de evitarlo, cuando se me cruzan las fotografías me siento a verlas, lloro y rio un rato y después las vuelvo a guardar. Por suerte, hay más fotos que me gustan y me llenan de alegria que las que me entristecen.

Me imagino que a la mayoría de las personas nos pasa igual, o al menos debemos procurar que las fotos felices sean las mejor guardadas.

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