Monday, September 05, 2011

Ni pa' ponerme los tenis y echarme a correr

Un día antes de casarme, ese fue el mensaje que tenía en mi mensajero. Ni pa ponerme los tenis y echarme a correr. Y no es realmente que tuviera dudas, estuviera nerviosa o quisiera realmente echarme a correr. Sólo me parecía que ya se había llegado la fecha que tanto esperaba y de pronto me encontraba a horas de por fin tener la boda de mis sueños.

Pero esa "broma" en mi mensajero hizo que alguien me preguntara si estaba segura de casarme. O sea, pensé yo, cómo puede ser que alguien haga toda la parafernalia de una boda si no se está seguro. Pero el cuestionamiento continuó y fue más directo. ¿Cómo sabía si Julián era el amor de mi vida? Mi respuesta fue muy simple, lo sabes. Esta persona no lo entendió tan simple y decidió dejarlo por la paz, dado que mis respuestas eran más filosóficas que consistentes.


Creo que la duda de las personas antes de casarse no es sólo si la persona con la que caminan hasta el altar es el amor de su vida. Sino que piensan en que puede llegar después otro que sea más el amor de su vida y perderselo por ya estar amarrados con el primer no amor de su vida. Y lo que los hace aventarse al ruedo, además de la presión social, es el miedo a estar solos. A despertar el resto de sus días esperando al más amor de su vida sin nadie a su lado que llene sus días. Lo que no entienden, o eso creo yo, es que es mejor despertar sólo esperando el verdadero amor, que al lado de alquien que no te llena.

Y es que casi como diría la mamá de Forrest Gump, el amor de tu vida es como el chocolate (en mi caso, ustedes pueden cambiarlo por la comida que más les guste en el mundo). Sabes que te gusta sobre cualquer otra golosina, no dudas cuando vas a comprarlo, no dudas cuando lo sacas de su empaque, no dudas cuando lo pones en tu boca y no dudas cuando lo saboreas. Y por supuesto, no dudas mientras lo recuerdas. Sólo lo sabes. Sabes que su sola presencia puede iluminar tu día.

Así me siento con Julián, y así lo he sentido desde que lo conocí. El mejor momento del día (como con el chocolate) era verlo. Sé que si él esta a mi lado, los problemas son menos difíciles y las alegrías más grandes (como el chocolate). Sólo se sabe, porque te late. Porque te lo dice el corazón (sí sí, ya sé que no es el corazón sino el cerebro, pero ese latido característico del amor es más romántico que cualquier maravilla que haga el cerebro) y porque no importa si no es como en los cuentos de hadas. Mientras dura, eres feliz. Obviamente al ser feliz y saber la causa de esa felicidad, nuevamente como con el chocolate, lo cuidarás para que dure un día, una semana, un mes...

El matrimonio no es fácil, estoy segura que la cenicienta se peleo con el príncipe porque no bajó (o levantó) la tapa del baño; que Bella  se irrita cada que encuentra los calcetines de la Bestia en la sala de televisión o que el principe Felipe se pone como energúmeno cuando Aurora no se levanta a hacerle el desayuno. Lo importante en un matrimonio es entender que es más importante el amor y sus beneficios.

Esta es mi filosofía del amor y el chocolate. Espero que no cambie, porque hasta hoy no quiero ponerme los tenis y echarme a correr. Porque no tengo a ningún otro lugar donde ir, si no es con Juli.

Nota:
Los pocos que lean esto, disculpen la miel, sólo es otra de mis teorías que surgen cada que tengo una sobredosis con chocolate. Ahh y también porque recordé una estadística que decía que en los últimos años, la tendencia en los matrimonios es que uno de cada dos, termina en divorcio. ¡La mitad! Creo que ese trámite tan caro (el de la boda) podría ahorrarse fácilmente si todos supieran que el matrimonio sí debe ser para siempre, pero no con el primero que te hace ojitos. Anden, busquen su comida favorita, y después a la persona que los haga sentir así todos los días, sin las calorías adiciolanes.


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