Thursday, September 01, 2011

¿En qué momento nos cargó la chingada?

Recuerdo bastante bien el libro de Octavio Paz, ese famoso ensayo sobre lo que significa ser mexicano, el Laberinto de la Soledad. Recuerdo el capítulo dedicado a la chingada, donde explicaba de manera muy detallada y argumentada que hagamos lo que hagamos, estamos chingados. Escrito hace tantos años, más de 60, no ha perdido su validez. Nos chingaron. O nos chingamos, la neta no sé si hay mucha diferencia.

Tiene mucho tiempo que no me siento segura en México. Veamos, intento recordar...debe haber sido cuando era niña. Aunque no tengo certeza. Ya desde que mi mamá me mandaba a la tienda, siempre iba corriendo. Como si fuera una competencia, me quería sentir más rápida, más hábil, pero sobre todo más segura. Las leyendas sobre un señor que vestía sólo con una cobija, viajaba en una combi y se robaba a los niños que jugaban en la calle (sic) me asustaban muchísimo, así que quería minimizar mi estadía fuera de mi casa.

La cosa cambió cuando se metieron a robar a mi casa, y nos sentimos tan asustados que ya no era nuestro refugio. La costumbre y la necesidad, pero sobre todo nuevas precauciones, me hicieron volver a ver a la casa de mis papás como mi refugio.

Esta larga historia viene al caso, porque desde que recuerdo la Ciudad de México había sinónimo de inseguridad. Los provincianos se encomendaban a todos los santos antes de pisar suelo chilango y veían a todos con desconfianza. Cuando alguien me decía que cierta ciudad le parecía insegura, siempre bromeaba diciendo que había pisado Tepito, nada más peligroso. Ilusa

Cuando hace cuatro años comenzó esta dichosa guerra contra el narco, las noticias me parecían lejanas y por lo tanto risibles, esta tonta condición mexicana de ser capaces de reirnos de nuestra desgracia. Fue atrapado un importante narcotráficante en una narco fiesta...yo lo complementaba en mi cabeza imaginando su narco piñata, con el narco payaso, los narco dulceros y el narco pastel. El prefijo narco podía aplicarse a todo lo que un narco tocaba y de lo que se apropiaba.

La gracia, hasta cierto punto el brillo de esos personajes tan de fantasía, desapareció cuando se hicieron reales. Cuando la narco cultura se metió en todos los rincones de nuestro país y ya no es tan lejano. Ahora me aterra, de cerca. Además de la gracia, también cambió ese sentido de seguridad que daba la provincia y que al Distrito federal tanto le faltaba. Ahora las cosas parecen estar al revés, y estamos seguros en esta enorme ciudad, perdidos en el anonimato.

Pero, ¿hace cuatro años nos cargó la chingada?. No estoy del todo segura.

Pero tampoco quiero asegurar que ya nos cargó la chingada. De que la sociedad ha llegado a tal nivel de descomposición, en que ya no somos capaces de sentir empatía. En que ya no somos capaces de hacer nada por nosotros. Todos los días ruego a Dios que esta situación mejore. Que nos aleje del peligro.

No he perdido la fe de que México será el lugar donde mis hijos crecerán y que lo llegarán a querer tanto como yo, que todavía pienso que México tiene esperanza. Gran parte está en nosotros.

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