Tuesday, July 10, 2007

El club de los buena gente

Que caray, he andado muy escritora este mes.

En esta ocasión lo utilizo, nuevamente, como terepia porque estoy entre enojada y como Lupita D'Alessio, decidida a que Hoy voy a cambiar.

Marianela y yo tenemos un grupo de personas en el trabajo a las que nos gusta ayudar, pero sin regalarles el dinero. Esta la vendedora de tupperware y betterware; la que vende cosméticos; la que vende comida; el que vende dulces; la que vende ropa interior y el que bolea los zapatos.

Son personas que venden estos servicios o productos para salir adelante; ayudar en su casa o aumentar un poco el sueldo que reciben aqui. Pero hay un gran problema: a veces abusan.

No es sólo el hecho que tengamos pilas de tupperware y que pensemos que lo que existe en el catálogo de betterware no sirva o de que no nos maquillemos ni comamos casi dulces o simplemente que no nos guste que la secretaria de recursos humanos sepa de qué color usamos nuestros chones.

No, hay una lista de acciones que nos hacen pensar que nos pasamos de buena gente. Una de ellas es el motivo de que yo me encuentre aqui mal redactando estas líneas.

Llegó el sr. de los dulces, Marianela pagó una alegría, unas papas que le debía y uno chicharrones que yo había elegido. En el momento en el que la operación se estaba efectuando yo tomé una llamada y cuando regresé les dijé que yo quería un chocolate y unos cacahuates; los chicharrones ya no.

Como nunca se me han dado las matemáticas el Sr. B me cobró el importe de los cacahuates y del chocolate, medio me convencio de que me había hecho un descuento por el cambio de producto, de chicharrones a cacahuates.

Salí un momento de mi oficina mientras masticaba por qué había tenido que pagar los cacahuates puesto que Mariela pagó los chicharrones. Regresé y le pregunté si ella ya había pagado. Regresamos al Sr. y todavía se hizo el ofendido porque a mi me había dado el descuentazo de la diferencia de precios.

Total que no lo convencimos, y fue lo peor porque aunque nos haya regresado nuestro dinero que al final no importa, se ofendió. Es decir, abuso de mi falta de habilidad matemática y financiera y todavía se hace el loquito cuando se le reclama. Faltaba más sobraba menos.

En ese momento caimos en la cuenta de cuánto han abusado de nosotras, la Sra. del tupper que nos enteramos que no gana tan mal y nos pide dinero y no nos paga, la de la ropa interior que no nos trae nuestros pedidos pero tampoco nos regresa el dinero, el que se le paga un artículo por adelantado y finge que ya lo tiene pero que no ha podido llevarlo a su destino y no recuerdo más pero por ahí debe haber.

Ya no me enojo y mejor me río, no me queda de otra...hoy voy a cambiar e intentaré comprar sólo lo que necesite

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