Friday, November 23, 2007

El checador

Mi cerebro tiene secciones en las que almaceno distintas cosas. Es un cuarto grande lleno de cajas de mudanza, de algún recuerdo de mi vida pasada; archiveros grandes y llenos de polvo, donde se guardan las historias de mi niñez; pequeños joyeros donde guardo lo que más me gusta y amo en mi vida y libreros en donde tengo lo que más utilizo y los conocimientos que van llegando.

Hay también una mesita en donde pongo las cosas que se usan temporalmente, es conocida como memoria de corto plazo. Pero mi mesita es muy pequeña (porque quiero dejar el mayor espacio para los joyeros y los archiveros) y procuro que su velocidad de vaciado sea muy alta, pero a veces me excedo.Lo noto en pequeños momentos, pero trascendentes.

El checador es el mejor ejemplo. Todas las mañanas, más o menos a las ocho, camino hacia mi trabajo. Me concentro mucho y pienso en que debo llegar y fijarme perfectamente la hora en la que checo y recordar que lo hago.

Camino (continúa el pensamiento en el checador), abro la puerta (sigue la atención sobre mi credencial y el checador), saludo al policía (continuo con la idea), me paro frente al checador y de pronto como si alguien pasara junto a mi mesita y recogiera todos los pensamientos que estaban ahí apilados y los llevara al bote de basura, olvido ese instante. Ese preciso momento en que mi mano con la tarjeta en la mano pasa frente al reloj checador siempre es borrosa.

Lo recuerdo todo, mi camino, la puerta, el policía... borroso borroso y más borroso... llego a mi lugar y pienso: ¿Chequé? No puedo recordarlo y paso el resto del día tratando de recordar si chequé o no...

Algo muy parecido pasa con el momento de tomarme mis vitaminas, recuerdo cuando las saco del frasco, las pongo en la mesa, borrón, y ya no hay pastilla en la mesa. Pero el momento en que me la tomé se borra y no hay forma en que pueda recuperarlo.

He llegado a límites asustadores. El otro día mientras me bañaba pensaba en las actividades del día. Abrí la puerta del baño y tomé la toalla y mientras me sacaba descubrí que no recordaba si me había tallado el cuerpo o no. Por precaución preferí volverme a bañar (aunque no recuerdo si era la segunda o la primera vez en que lo hacía).

Solo le pido a Dios que no permita que un día comience a hacer limpieza en mi cuarto cerebral y tire todo lo que tengo en mis pequeños joyeros. La mesita de memoria de corto plazo puede seguir con esa dinámica, pero que las palabras, imágenes y sonidos que guardo como mis tesoros estén ahí siempre que necesite desconectarme de este mundo y sentarme a jugar con ellos.

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