Friday, February 01, 2008

La compañía

Dicen que a los amigos se les conoce en la enfermedad. Que los verdaderos amigos estarán ahí, para ti cuando los necesites realmente, a veces incluso sin que los llames.

Yo no estuve para acompañar a Juli cuando se despidio de su abuelita, ni con Mariela, pero porque aún no los conocía. Estuve con Selene y Juanjo cuando toco el turno de la abuelita de Juanjo. Procuré estar también con Saul, el mejor amigo de Julián.

Por ahora sólo me ha tocado acompañar a mis amigos a despedir a sus abuelas. Los abuelos son parte importante en nuestra vida, son cómplices de nuestras travesuras y a veces nuestra tabla de salvación ante la furia de nuestros educadores padres.

Cuando tenemos que despedirnos de ellos duele y duele mucho. Pero hay un consuelo muy grande: se van plenos. Sabemos que concluyeron con sus planes, vieron crecer a sus hijos y en resumidas cuentas cumplieron el ciclo que, pensamos, venimos todos los seres humanos a cumplir.

Hace ya varios años murió el papá de una amiga de la universidad. Sabía que debía estar ahí, con ella, pero no quería ir, porque no me sentía lo suficientemente fuerte como para apoyarla y decirle algo que pudiera confortarla en ese momento. Además, era algo que iba en contra de lo que yo entendía natural. Asistí, la abracé y lloramos juntas.

Sé, con una combinación de miedo y dolor, que llegará el día en el que acompañaré a mis amigos a los funerales de sus padres, asistiré al de los míos -incluyendo a mis nuevos padres- y ruego a Dios que eso suceda en muchos años, cuando mis hermanos y yo seamos tan fuertes como ahora lo es mi mamá y sus hermanos.

Ruego también que mis papás puedan irse como lo hizo Fachita, con un corte de caja y sin pendientes. Disfrutando de sus nietos (e incluso bisnietos), y con lucidez para guardarlo en sus memorias.

Siguiendo con esa misma lógica, hoy acompaño a mis amigos despidiendo a sus abuelos, en unos años -muchos, muchísimos- acompañaré a mis amigos despidiendo a sus padres. Llegará el día entonces en que tenga que despedir a mis propios amigos, o quizás ellos me despidan primero.

El miércoles le tocó el turno a mi papá de despedir a uno de sus amigos. Tuve la mala suerte de tener que darle la noticia, entendí en su silencio que no lo creía, soltó un chingada madre y me preguntó si estaba segura. No quería estarlo, pero lo estaba.

Cuando llegue a casa me enteré que había sido el primero en llegar al funeral, que había ayudado a la esposa de su amigo a organizar la entrada del cuerpo a la capilla y le había servido de apoyo.

Ayer, finalmente, tuvo ganas de contarme por lo que pasó. Entró a verlo, aún sin ataúd, recostado en una fría sala mientras lo vestían -mi papá nunca se ha caracterizado por su prudencia-. Le tocó sus pies, se acercó un poco más y tocó su rostro mientras le decía adios campeón.

En ese punto del relato mi papá se puso a llorar. Lo he visto llorar muchas veces, incluso con las películas, pero sabes cuando es por empatía y cuando es por dolor. Lo abracé y aunque él piense que no lo hago, lo entiendo. Y sé que cuando ustedes, mis amigos, lean esto también lo entenderán.

1 comment:

Anonymous said...

aun nos falta mucho, y los que se fueron nos estan cuidando muy de cerca, asi que rockeemos por ellos¡¡¡¡¡¡¡¡