Tuesday, March 11, 2008

Feminismo II

Llegue al manual de buena esposa de la entrada anterior, buscando una noticia sobre unos cursos que se imparten en la Cd. de México para ser una buena esposa. Las clases incluyen bordado, tejido, costura, cocina, jardinería y etiqueta.

No encontré mucha información al respecto, sino repeticiones en blogs de la misma noticia que había leido. Lo sorprendente no fue la falta de difusión, sino cómo muchas mujeres se sentían ofendidas ante tales cursos. Sentían, o sienten, que les quitan un derecho y que las mujeres que asisten a ese tipo de clases, son, o aparentan ser, tontas y superficiales.

Tenemos una enorme fortuna al ser mujeres (en realidad con el simple hecho de ser humanos y razonar): podemos elegir. Elegimos ser tan capaces como un hombre y esta misma comparación sale sobrando, porque ellos también son tan capaces como una mujer y nos coloca como debe ser, como iguales.

Pero esta igualdad no debe ser la bandera en la cual enrollarnos para tirarnos del castillo. La igualdad en nuestros derechos y obligaciones. Pero diferencias esenciales que condimenten nuestra convivencia y nos hagan valorar la compañía de una persona del sexo opuesto.

Podemos, también, elegir entre los dos mundos que parecen tan opuestos. Entre las labores típicamente femeninas, y el ocupar el nicho que con mucho trabajo nos dejan los hombres. No encuentro la parte humillante de subir el dobladillo a un pantalón, preparar pay de queso con zarzamoras o lavar la ropa para que quede suavecita para cuando la use alguien a quien amo.

La fortuna de ser mujer también incluye disfrutar de ambos mundos. Combinarlos y aprovechar el conocimiento y desarrollo que cada uno de ellos nos ofrece. No es justo negarlos y aborrecerlos por un feminismo mal entendido.

Tengo muchos momentos de felicidad y satisfacción en mi vida como mujer; cuando me felicitan por mi trabajo, cuando en la escuela obtengo una buena calificación, cuando el pastel se despega de la charola, cuando mi sobrina sonrie al usar el disfraz que le hice, cuando unos zapatos de tacón me hacen lucir más delgada, cuando Julián disfruta la cena que le preparo y un largo etcétera.

La evolución es un proceso lento, en el que las especies se van perfeccionando para adaptarse cada vez mejor a su ambiente. Dentro de este proceso no se desechan los avances y capacidades -funcionales- ya adquiridas sólo por adquirir nuevas capacidades; todo lo contrario: se explotan y perfeccionan.

Yo como mujer es lo que espero, evolucionar, y ser un eslabón de una larga cadena que perfeccione nuestro género, no de aquella que lo convierta en una copia del de ellos.

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