Tuesday, June 28, 2011

Las caricaturas siempre me hacen llorar


Cuando yo era niña, no estaba de moda todo este asunto de la psicología, la terapia y los niños hiperactivos. Si un niño era muy travieso, sus papás lo castigaban de la forma más creativa que encontraban y no se molestaban en suponer la hiperactividad. Si un niño reprobaba, sufría la humillación púlbica de llamarse el burro y nadie pensa que podría tener trástorno por déficit de atención. Los niños eramos niños, y casi todo se remediaba con unas buenas nalgadas o repeticiones interminables de las tablas.

Obviamente hemos avanzado bastante al respecto, pero tengo mis dudas sobre el beneficio que tiene sobre los niños que no sufren ningún desorden psicológico que les impida desarrollarse plenamente (quería poner normales, pero pensé en lo discriminadora que me leería). Conozco niños a los que se les perdonan todas sus travesuras, aunque hace años que dejaron de ser si quiera simpáticas, por el hecho de decir es hiperactivo. O, reprobó otra vez el año porque tiene déficit de atención (diagnosticado por el papa o la mamá y no por un experto), el que se la pase jugando todo el tiempo video juegos, no haga tareas y se burle de la maestra, no tiene relación.

Claro, aquellos que se han beneficiado de la difusión del conocimiento de estas enfermedades, y su tratamiento ahora pueden seguir adelante. Pero de ellos no quiero hablar. Quiero hablar un poco de las diferencias entre la niñez hace unos años y la de ahora.

Y es que amanecí con la canción de Sailor Moon, no podía creer que todavía recordara claramente los versos que la componen. Recuerdo también con claridad, la mayoría de los diáogos de Heidi, Candy y Remi. Obviamente las canciones de inicio y final de esas caricaturas era la música que me acompañó en mi niñez y pre adolescencia ( ya luego le entré al tamborazo y caí hasta con Nirvana). Pero lo que me dejó pensando no fue esa habilidad de mi cerebro de recordar cosas inservibles para la vida laboral (esa capacidad ya sabía que la tenía y me gusta bastante). No, lo que me sorprendió es que todas esa caricaturas estaban cargadas de un dramatismo impresionante ¿No me creen?

Heidi, sus padres mueren, la llevan a los cinco años a vivir con un abuelo que jamás ha visto y es abandonada en lo alto de una montaña a vivir entre cabras. Después, la separan de su querido abuelo para llevarla a vivir bajo la tutela de una amargada solterona en Frankfurt, a acompañar a una minusválida que vive prácticamente sóla sin la compañía de su adorado padre y abuela (no sé por que chingaos no podían quedarse con ella, les faltaba el internet para hacer sus negocios).

Candy, era la reina del drama. No por lo que ella hacía, sino por los que le tocó vivir. es huérfana, su mejor amiga le pone un cuatro y evita que adopten a Candy, para ser ella la adoptada. Años después la adoptan, para ser la sirvienta de dos niños malcriados. Se enamora de un muchachito amanerado, que muere al caer de un caballo. La adopta el bisabuelo William y la envía a estudiar a Inglaterra, donde conoce al amor de su vida, del que se tiene que separar por una jugarreta del destino. Cuando regresa a América, trata de ser feliz y estudia para enfermera. Ella y Terry, el amor de su vida del que se separó, intentan seguir con el romance pero una bruja malvada se interpone entre ellos y chantajea a Terry para casarse con ella porque le salvó la vida.

Remi, ohh Remi. Él tiene un final feliz, pero antes pasa por una serie de penurias que parecían manda. Primero, vendena su querida vaca y luego lo evnden a él a un espectáculo callejero, algo así como un circo ambulante. Aprende a vivir con sus compañeros y los llega a querer como a una familia. Pero el dirigente, y único humano muere después de un frío invierno y Remi se queda solo. Por suerte, una familia lo adopta y vive feliz, por dos meses. Esta familia pierde todo lo que tiene debido a una tormenta, y el padre tiene que ir a la cárcel, dejando a sus hijos a merced de sus familiares, quienes obviamente no se hacen cargo de Remi. Él vuelve a las calles, con él único sobrevieviente de la compañía, un perrito llamado Capi. Para no seguir recordando cosas tristes y cómo Remi era el de la mala suerte, les diré que al final encuentra a su verdadera madre (la primera lo adoptó, luego de que su esposo se robó a Remi) y crece para ser un renombrado abogado.

Pero todas estas caricaturas tienen una carga emotiva tremenda. Y luego se preguntan por qué somos tan dramáicas las mujeres. Nos somos todas, sólo las que crecimos con las repeticiones interminables de estas caricaturas.

Ahora los niños tienen psicólogos que los enderecen a las primeras señales de enchuecamiento. Pero carecen de caricaturas que les despierten esa emotividad gigantesca. Espero no nos arrepintamos cuando sea muy tarde.

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