Ayer regresé de mi gira artística por la hermana República de Veracruz. Visitamos a mis abuelos, mi abuelita está muy flaquita; creo que un poco más que la última vez que la vi; mi abuelo en cambio se ve igual de fuerte que siempre...pero sólo se ve porque un hombre de su edad no debería comer como lo hace y en esta visita se enfermó.
Da una enorme tristeza saber que tarde o temprano esas dos personas que a lo largo de tu vida te han acompañado y visto crecer, dejarán de hacerlo. Ya no te llamaran en tu cumpleaños, ni de darán consejos anticuados. Y dejan de hacerlo antes de morir, poquito a poquito.
Mi abuela era una verdadera trotamundos. Siempre que había una celebración importante en mi familia ella estaba aqui...pero eso ya quedó en el pasado, eso era antes cuando los elefantes usaban guantes y los rinocerontes tirantes. Ahora le afecta más todo, el frío, la altura y un largo etcétera.
Áyer antes de irnos se puso chipil, y nos comentó que ojalá pudiera ir con nosotros, pero que ya todo le hace daño. Le pregunté que si entonces ya no iría a mi boda a lo que respondió que no con un pequeño puchero de su boca.
Pero es una mujer simpatiquísima, casi como mi abuelito. Estaba mi tío Juan diciendo que Madre sólo hay una, y en ese momento iba pasando mi abuela y le responde madres hay muchas nomás que no todas son tuyas.
Además, como el doctor le recomendó no comer camarones porque tienen mucho colesterol, cuando mi tía los prepara, ni se acerca a la mesa...se rumora que porque siente que le entrará el colesterol por la nariz.
Ya después que me sienta más libre en mis relatos contaré la historia de esos dos viejitos que quiero mucho...pero después.
Y el título de la entrada es porque ayer llegué y encontré a Julián en mi casa...junto a mi rival de amores viendo una película. Pero toda la tarde la pasó conmigo; sé que nuevamente lo voy a extrañar mucho pero a pesar de eso ayer fue un día perfecto, como todos los que paso junto a él.
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